martes, 13 de enero de 2009



Si echamos un vistazo al catálogo de rol de estos últimos años, nos encontraremos con un panorama un poco desalentador para los más puristas. Efectivamente, algunos nombres como “The Witcher”, “Gothic III” o “Mass Effect”, entre otros, bien se merecen todos los vítores del mundo. Pero aquel que busque una experiencia más tradicional, más enfocada a ese hack ‘n slash que sentó cátedra con Diablo II y que posteriormente se vería copiado hasta la saciedad, tan sólo ve en el género del MMORPG su vertiente más actual. Los Action RPG han evolucionado, pero no por ello aquellos que busquen términos más clásicos dejan de encontrarse necesitados de propuestas interesantes. No son pocos los que disfrutaron en 2004 con Sacred, título que contenía todas las bazas anteriormente nombradas y que, gracias al trabajo duro y artesanal de Ascaron, salió adelante como un notable exponente actual que hasta el momento ha vendido más de dos millones de copias.



Cuatro años han pasado, y con el panorama bastante cambiado, aún así el equipo se mantiene fiel a sus principios a la hora de proponernos una secuela. Sacred 2: Fallen Angel nos propone ni más ni menos que a un fiel representante como ya lo fue el original, hecho con el arduo trabajo artesanal durante este tiempo. Sin pretensiones, intentos de innovar, trampa ni cartón. Simplemente, un Action RPG. Eso sí, no deja de proponernos elementos más o menos novedosos, una carcasa técnica lo suficientemente exigente como para mantener el nivel en los tiempos que corren, y, sobre todo, decenas de horas de diversión. Probablemente, un perfecto aperitivo para lo que se cocerá durante estos meses.



Ancaria, 2000 años antes
A pesar de ser tratado como una secuela, Fallen Angel nos sitúa dos mil años antes del original, por lo que el reino de Ancaria cambiará mucho para aquellos que lo conocieran hace cuatro años. Es un mundo donde tecnología y estilo de vida medieval se entremezclan y abrazan entre sí dando lugar a una estética bastante personal, sin dejar de proveernos con razas como los elfos, orcos, o humanos. Sin duda, la llamada Energía T es el motor que mueve todo este mundo virtual, puesto que contiene un poder que va más allá de la magia. Sus protectores, los Seraphims –ya vistos en el primer Sacred- creyeron que era el momento de que otras razas, como los Altos Elfos, pudiesen comprender y aplicar con sabiduría todo el poder que emanaba de la tierra, así que les hicieron prosperar muy rápidamente. Se equivocaron.

Pronto una disputa estalló entre varias facciones de esta raza, estallando irremediablemente en una guerra civil que resquebró el imperio hasta los cimientos. Y como no podría ser de otra manera, otros pueblos menos avanzados tomaron provecho de la situación, dejando a la Energía T en las manos de aquel que esté dispuesto a explotarla. Por lo tanto, todo el bien que hizo se transformó en mal, dejando regiones enteras irreconocibles y mutando a la flora y fauna de toda Ancaria. Entre todo este caos aparece la historia principal del protagonista que elijamos; uno que lo hará hacia el lado de la luz, o, por el contrario, al de la oscuridad y el egoísmo. En este sentido, se nos proporciona una base argumental sólida para un conflicto básico entre el bien y el mal. Sus trazos son básicos, pero suficientes como para apoyar la campaña principal del juego.



Los seis tipos de personaje con los que trataremos serán la Serafín –único que repite de Sacred-, la Alta Elfa, el Guerrero de las sombras, el Inquisidor, el Guardián del Templo y el Dryad. Podremos elegir qué tipo de campaña elegir, excepto por la Serafín y el Inquisidor, naturalmente ligados al bien y al mal respectivamente. Su enfoque, por supuesto, es radicalmente distinto, y así será su desarrollo: mientras que el hombre de buen corazón hará lo posible por ayudar a sus semejantes, su opositor buscará únicamente hacerse con el poder más absoluto y obrar únicamente en su propio interés. Cada una de ellas puede llevar entre las 20 y 30 horas de juego, según el nivel de dificultad, sin desarrollarse más allá de unas pequeñas y muy modestas escenas cinematográficas amén de los diálogos en pantalla. No es más que una excusa para seguir avanzando, pero cumple con su cometido provocando interés en el usuario.

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